Viernes al mediodía. En realidad ya pasó bastante del
mediodía porque son cerca de las tres de la tarde. Pero aún así,
para el caso es lo mismo porque sería la hora de almorzar. Estoy solo en
el "boliche".
Después de esperar a quien no llega, de esperar y esperar, la
puerta se abre y anuncia el relevo. Como si sonara la campana para el
recreo, paso las novedades y atravieso la puerta. En el palier del
segundo piso retumba el sonido de la madera golpeando en el marco de metal. Cansado
de esperar, desecho el ascensor y bajo por la escalera. Son solo dos
pisos y estoy con los pies sobre Uruguay.
Sin los ocasionales convidados o compañeros de almuerzo de los
viernes, decido caminar sin rumbo. Sin hambre, pero no por la espera
y mucho menos por ausencia alguna. Simplemente,
no hay apetito.
En pocos pasos, estoy en Corrientes. Paro, miro para un
lado y para el otro pero igual no ser donde ir. Agarro Corrientes en dirección al
norte. Camino a paso tranquilo. Muy tranquilo, sin pensar en
nada en particular, solo me llaman la atención un puñado de jóvenes turistas,
quizás colombianos o venezolanos, bailando y sacándose fotos con Javier "Alvarez" Portal
y Alberto "Borges" Olmedo. Sabrán quienes eran??
O solo les llamará la atención encontrarse estos dos personajes sentados
plácidamente en una esquina de Buenos Aires.
Sigo mi camino sin rumbo. Miro sin mirar. Llego a Rodríguez
Peña. Nuevamente me pregunto para donde ir. Ya no pienso en comer, así
que tomo para el lado de Lavalle. Algunas percianas bajas y algún piano a
la venta despiertan mi interés. También un colectivo escolar blanco
estacionado sobre la
vereda. Llego a otra
esquina que no me dice nada y doblo por Lavalle, pero esta vez para el sur.
Veo merchandising de todo tipo y estilo de la Academia de
Avellaneda, casas de comida al paso, de venta de cajas fuertes y sigo caminando. Montevideo, próxima escala y de ahí por esta hacia Tucumán. Todo al mismo paso lento
y tranquilo, alejado de todo. Quizá
alejándome de todo.
Paraná me lleva hasta Corrientes. Sin saber bien por qué, me llamó la atención
el cartel de “Pizza al corte”. Nunca
había entrada, así que de primerizo me metí. Pasé la puerta de vidrio, un mozo me hace señas y le respondo: "Como de parado”. Con el dedo apunta
la Caja para que saque ticket. Dos empanadas
de carne y vaso de “coca cola” por 22 mangos, de parado con vista a la calle. Recién sacadas del aceite,
pero comibles. Nada extraordinario, aunque puede ser una apreciación muy personal por la falta de apetito.
Ahora camina el resto y yo lo veo pasar. Chicas de negro y casco en mano, gente de
corbata, sin corbata, prolija y desprolija.
Todo un verdadero mix. Pasa
apurado Rius del Borussia luciendo su remera que se cruza con otro del “pincha”
de La Plata. Una pareja despareja de la
mano donde ella le lleva media cabeza a él.
Comparto la barra con un falso brasilero con buzo verdeamarelho y
su compañero de remera blanca. Están
trabajando. Para mi sorpresa uno me dice
“buen provecho”, que respondo agradeciendo como único sonido desde mi salida a la calle. Llaman por radio, consultan si es “60 y 40” y por un piso de un domicilio. Siguen comiendo y se comentan las bondades de la pizza.
Un nuevo mordisco y queda media empanada. El vaso de gaseosa aún sin estrenar, pierde su primer trago. La gente sigue pasando y entrando a la pizzería. No termino pero salgo a la calle. Quedan los restos en la barra.
Desando el camino y subo por ascensor. Todavía llave en mano me atajan que no hubo novedades, nadie pasó.
Siempre se dice que la confianza mata al hombre, sin embargo aún estoy vivo. Por algo será.
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